Tzvetan Todorov (1939-2017)


La literatura trata de la existencia humana, es un discurso, y tanto peor para los que tienen miedo a las grandes palabras, orientado hacia la verdad y la moral.

Tzvetan Todorov

La literatura es una institución social y estética de importancia primordial que debe ser ofrecida a los ciudadanos desde el pluralismo crítico y teórico sin olvidar su trascendencia ética. La democracia moderna se caracteriza por la mediocratización de las ideas culturales. El conocimiento de la literatura debe contribuir a la dignificación de la cultura. No es necesaria una justificación intelectual que legitime la necesidad de acercarse mediante una serie de reflexiones metateóricas al estudio de las ideas literarias. Tampoco parece necesaria la defensa de los estudios histórico-literarios (Wahnón, 1991). No olvidamos, sin embargo, la importancia que tiene el conocimiento de los avatares históricos, sobre todo de las transformaciones en la percepción estética y en los valores producidos en el siglo XIX. Como dice George Steiner,

La conjunción de un extremado dinamismo económico y técnico con una gran medida de inmovilidad social impuesta (conjunción de la que estaba constituido un siglo de civilización burguesa y liberal) representaba una mezcla explosiva. Esa mezcla provocó en la vida artística e intelectual ciertas respuestas específicas que en última instancia eran destructoras. Según me parece, dichas respuestas constituyen la significación del romanticismo. Partiendo de ellas se desarrolló la nostalgia del desastre. (1971:37)

Hoy estamos viviendo una situación similar a la que nos presenta Steiner. ¿Volverá el desastre o ya estamos en él? Debemos volver a la concepción de la literatura como revulsivo de las conciencias. Frente a la idea de la autonomía de la literatura que ve al lector no como un ser social sino como un alma solitaria que busca en su más recóndita soledad el sentido estético (Bloom), debemos volver a la vieja evidencia de que la literatura nos habla del ser humano y de sus circunstancias, de hombres y de mujeres, del mundo que compartimos. No se trata de ponerse al servicio de ningún objetivo social, por moralmente admirable que sea éste. Pero tampoco podemos, después de Freud, admitir una lectura que privilegia un yo fuerte y una identidad reforzada -que es lo que hace Bloom. Debemos fomentar una lectura disgregadora, que disuelve la identidad del yo, que acepta su división y atiende a la diferencia, "(...) es decir, el fondo caótico de la existencia." (Zavala, 1996:51). Hay que diferenciar el yo del sujeto productor de un discurso organizado y de las ideologías (Lyotard, Baudrillard). Es verdad que el estudio de la literatura no salvará a nadie pero le dará múltiples razones para comprender el mundo, para entenderlo en su compleja conformidad. Podemos aunar criterios estéticos y cognitivos con valores morales y políticos.

George Steiner (1929-2020)

Para avanzar en nuestra propuesta hay que empezar por lo obvio, la lectura, la relación del lector con el texto, sustento fenomenológico del fenómeno literario. Decía Steiner que le gustaría ser recordado como un maestro de lectura, como alguien que ha pasado su vida leyendo con los demás. De eso se trata. Una lectura responsable, que exige una respuesta, la búsqueda de un sentido que no puede quedar reducido a la textualidad. Como dice Hartman (1984), el acto de la lectura incluye signos no-verbales. La obra artística verbal no es sólo lenguaje, como las pinturas de Goya no son sólo materia, colores, pigmentos, formas,... No abominamos del positivismo pero tampoco queremos reducir el sentido de un texto, restringir su interpretación a su inmanencia.

La cultura occidental ha dejado de ser esencial para el desarrollo del mundo, ha perdido la fuerza intelectual y moral que tenía. No somos el centro del globo. Debemos abrirnos a la pluralidad y a la riqueza que supone el mestizaje cultural. La autoridad canónica se tambalea. No hay que apuntalarla sino derribarla definitivamente.

Tampoco podemos proponer un modelo de cultura, sustituir un paradigma por otro. En todo caso, defendemos la idea de una educación centrada en el humanismo, la recuperación de las ideas pedagógicas de Giner de los Ríos, de José María de Cossío, del krausismo, que hicieron brillar la vida intelectual de nuestro país. La educación sigue siendo la mejor herramienta para alcanzar un nuevo objetivo: el acceso de toda la humanidad al conocimiento en una sociedad planetaria futura. Las diferencias entre los grupos sociales no deben entenderse como fronteras culturales o políticas sino como puentes a través de los cuales se comunica y comparte la diversidad humana. Es cierto que una mayor educación no garantiza el desarrollo racional y estable de un pueblo pero es una herramienta poderosísima de avance social.

Queremos desarrollar una crítica dialógica (Todorov, 1984) que explique la teoría literaria y el texto artístico, una crítica cuyo objetivo resida en ir más allá de la oposición entre dogmatismo y escepticismo, sin rechazar los acercamientos inmanentes pero intentando trascenderlos mediante la búsqueda del sentido que tiene para cada uno de nosotros el milagro de la creación estética, en diálogo permanente con el autor y los futuros lectores del texto literario y de su comentario.


BIBLIOGRAFÍA CITADA

HARTMAN, Geoffrey (1984). El estilo de la crítica: Geoffrey Hartman. Entrevista de Carlos Cañeque en Cuadernos del Norte, 26, 46-49.

STEINER, George (1971). En el castillo de Barba Azul. Aproximación a un nuevo concepto de cultura. Gedisa, 1991.

TODOROV, Tzvetan (1984). Crítica de la crítica. Paidós, 1991.

WAHNÓN BENSUSAN, Sultana (1991). Saber literario y hermenéutica. En defensa de la interpretación. Universidad de Granada.

ZAVALA, Iris M. (1996). El Canon y Harold Bloom. En Quimera, 145, 49-54.